‘Smartphonáticos’ y el lado oscuro de su hiperconectividad

Los smartphones, los teléfonos inteligentes de última generación, se han impuesto por derecho propio en una sociedad moderna que ha hecho culto de la tecnología, de la conectividad que procura y de la inmediatez como respuesta a la complejidad de un mundo cada vez más multidimensional.

Una aparatología inteligente que ha llegado para quedarse, que nos permite estar siempre conectados, pero también localizados con sistemas gps integrados cada vez más funcionales, más potentes y de menor tamaño. Unos sistemas de localización que ofrecen datos de valor incalculable que forman parte de un pastel muy apetecible y aún por explotar, el de los big data con fines comerciales.

Con los smartphones disfrutamos y disfrutaremos del placer de estar conectados, pero a cambio estaremos también en riesgo de estar localizados todo el tiempo y de que esa información sensible que forma parte de nuestra más íntima privacidad esté disponible para quienes quieran pagar por ella. Es lo que podríamos llamar el lado oscuro de la hiperconectividad de los teléfonos inteligentes.

Teléfonos increíbles

El gran atractivo de los teléfonos inteligentes, y de otros soportes wearables como las pulseras gps y demás, es su mayor conectividad, su capacidad exponencial para acceder de manera inmediata a datos e información, pero también para armarse en nuestras manos como una pieza de juego personal, fácil de manejar y que controlamos a nuestra voluntad.

Los smartphones han ganado popularidad por su manejo intuitivo, por ser una puerta de entrada fácil a todo Internet y por la popularidad de sus aplicaciones móviles, las que son útiles y las que resultan también muy adictivas.

A nadie sorprende ya que algunos estudios clínicos completados en Estados Unidos se refieran a que, bajo ciertas condiciones, los smartphones y todo lo que contienen lleguen a captar más la atención que una pareja.

Una encuesta también norteamericana de la doctora Samantha Kelly sobre el uso de los sistemas Android instalados en los smartphone fue algo más lejos, reveló que un 33% de los adultos que disponían de teléfonos inteligentes los utilizaban mientras cenaban, literalmente a esas personas sus teléfonos les daban de comer aunque, claro está, de otra manera.

Tanto apego al teléfono móvil inteligente hace que no extrañen conductas como las de muchos jóvenes que se llevan a la cama su smartphone y para colocarlo debajo de la almohada, como debieron hacer de pequeños con sus pequeños tesoros.

En Estados Unidos, en 2013, un 78% de los adolescentes tenían teléfonos móviles, un 47% de ellos disfrutaban de teléfonos inteligentes. Según otro estudio afín de la profesora Duggan, para el Pew Internet & American Life Project, los jóvenes norteamericanos con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años, enviaban un promedio de 109,5 mensajes diarios a través de Wathsapp o de diferentes tipos de mensajería instantánea.

La portabilidad de los teléfonos inteligentes ha cambiado incluso el punto desde el que se hacen las compras online o se accede a la información financiera o se gestiona. Esa capacidad para acceder a toda la información disponible en Internet, para acercar a los amigos desde las redes sociales en las que están disponibles y de las que no se van a mover.

Ha hecho que mucha gente no pueda entender la vida y las relaciones con su entorno, y hasta su confort personal, sin que una pantalla de unas cuantas pulgadas le pueda mantener cerca de ese mundo virtual. Algunos especialistas han acuñado un nombre para esa dependencia: ‘smartphonáticos’, fanáticos del smartphone.

Hiperlocalización

Es cierto que el gps de un smartphone puede ayudar a su propietario a evitar que se pierda, a encontrar un lugar de destino importante, a ahorrar tiempo, pero la combinación de los datos de localización pueden mostrarse como inconvenientes a poco que nos imaginamos situaciones tipo en las que muy probablemente también nos hayamos encontrado.

Un móvil encendido localizado con una aplicación de rastreo puede dar con el lugar de un accidente, indicar a la policía donde hemos sufrido un percance y donde estamos pare recibir auxilio, pero un móvil con esa misma capacidad y que se utilice como teléfono de empresa puede ofrecer a la dirección de una corporación el lugar exacto en el que se encuentran sus trabajadores en un momento dado, de la misma manera en que unos padres pueden rastrear a sus hijos y con la misma tecnología.

Sólo que la información que puede llegar a la dirección de la empresa puede incluir datos relevantes sobre la velocidad a la que se circula o tiempos de espera injustificables. Es más, la información de ubicación recopilada por las empresas de telefonía móvil puede proporcionar una visión extraordinariamente invasiva en la vida privada de los usuarios de los teléfonos inteligentes.

Información que puede ser incluso capturada por las wifis que se encuentran en los negocios de una calle, información accesible que puede ofrecer patrones de comportamientos basados en el tiempo, en las costumbres y para los que hay ya respuestas comerciales en el mercado, aplicaciones que convierten esa información literalmente tomada al vuelo en estadísticas y más, mucho más, en pequeños grandes big datas.

En cualquier caso, se trata de aplicaciones aprovechadas por los cuerpos de seguridad para detectar a personas en lugares sensibles. Una curiosa anécdota al respecto. En los días que siguieron a la sublevación popular en Kiev, en Ucrania, la policía remitió un mensaje vía móvil a quienes se habían acercado a protestar frente a los edificios gubernamentales. Un mensaje amenazante que les advertía de que habían sido detectados en el lugar y realizando actividades delictivas. Las señales de sus móviles habían sido localizados con wifis.

La pregunta a estas alturas de las utilidades mágicas y adictivas de los smartphone y de wearables con sistemas de localización es si las funcionalidades que todos disfrutamos no es un precio muy bajo por perder privacidad y de camino también la intimidad. Y a vueltas de todo ésto ¿qué hacen los poderes públicos para evitar estas intromisiones que también son, sí, tendencias?.